Artículo publicado por Eugene Samuel Reich el 28 de febrero de 2012 en Nature News
Las pruebas de los esquivos fermiones de Majorana generan posibilidades para los computadores cuánticos.
Entrar en la charla del pionero en nanociencia Leo Kouwenhoven, en la reunión de marzo de la Sociedad Física Americana en Boston, Massachusetts, era como tratar de subirse en un vagón de metro en hora punta. Los rumores en los pasillos eran que el grupo de Kouwenhoven, con sede en la Universidad Tecnológica de Delft en los Países Bajos, podrían haber vencido a varios equipos competidores de física del estado sólido – y a la comunidad de físicos de alta energía – en un objetivo buscado desde hace tiempo, la detección de fermiones de Majorana, unas misteriosas partículas mecánico-cuánticas que pueden tener aplicaciones en la computación cuántica.
Kouwenhoven no defraudó. “¿Hemos visto fermiones de Majorana? Diría que la respuesta es un sí prudente», concluyó al final de una presentación repleta de datos.