Entre 2000 y 2004, las emisiones mundiales de CO2 se incrementaron a una tasa tres veces superior a la tasa de los años 90 — el ratio se incrementó de un 1,1 % por año durante los años 90 a un 3.1% por año a principios de siglo. La investigación, publicada en la edición anticipada en línea de Proceedings of the National Academy of Sciences* del 21 al 25 de mayo, también ha encontrado la tasa de crecimiento acelerado es mayor debido al incremento de la intensidad de energía de la actividad económica (la energía requerida para producir una unidad de producto doméstico bruto) y la intensidad del carbono del sistema energético (la cantidad de carbono por unidad de energía), acoplado con el incremento de la población y el producto doméstico bruto per-cápita. “Ninguna región está descarbonizando su suministro de energía”, afirma el estudio.

La investigación demuestra que el incremento en la intensidad del carbono y la energía constituyen un revés en la tendencia a largo plazo de dirigirnos hacia una mayor eficiencia de la energía y una intensidades de carbono más reducidas. “A pesar del consenso científico sobre que las emisiones de carbono están afectando al clima mundial, no vemos evidencias de progreso en la gestión de estas emisiones ni en países desarrollados ni en países en desarrollo. En muchas partes del mundo, estamos yendo hacia atrás”, recalca el coautor del estudio Chris Field, director del Departamento de Ecología Global de la Institución Carnegie.

La investigación también muestra que las actuales emisiones globales desde 2000 crecieron más rápido que en el escenario más pesimista de los desarrollados por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). “La tendencia que relaciona el crecimiento económico con la energía se dirige hacia la dirección equivocada”, comentó Field.

La aceleración de las emisiones de carbono es mayor en las economías en expansión de los países en desarrollo, particularmente en China, donde el incremento refleja principalmente un crecimiento en el producto doméstico bruto per cápita. El estudio** dividió el mundo en Estados Unidos, Unión Europea, las naciones de la antigua Unión Soviética, China, India, y tres regiones que cubren el resto del mundo.

Entre 2000 y 2004 los países en desarrollo contaron con una gran mayoría del aumento en las emisiones, incluso aunque contribuyeron sólo en el 40% de las emisiones total. En 2004, el 73% del crecimiento en las emisiones globales provino de las economías en desarrollo y de las menos desarrolladas, que comprenden el 80% de toda la población mundial. El mismo año las áreas desarrolladas (incluyendo la antigua Unión Soviética), contribuyeron en un 60% a las emisiones totales. Estos países cuentan con el 77% de las emisiones acumuladas desde el inicio de la revolución industrial.

Entre 1980 y 2004, las emisiones en las áreas desarrolladas (Estados Unidos, Europa, Japón, y otras economías menores) se incrementaron como resultado de un rápido crecimiento en el producto doméstico per cápita, junto con un ligero aumento en la población. Este crecimiento estuvo en parte contrarrestado por un decrecimiento en la cantidad de energía necesaria para crear cada unidad de producto.

El estudio enfatiza que el crecimiento en las emisiones puede estar causado por una variedad de factores y que gestionar las emisiones de una economía creciente requiere un progreso tanto en la intensidad de la energía como en la intensidad del carbono del sistema económico. De acuerdo con Field, “resolver la primera parte del puzzle requiere desplazar la economía más hacia las actividades como la industria de servicios y la tecnología de la información, donde las emisiones pueden ser menores, y enfatizar en la eficiencia energética. Para resolver la segunda se requiere el despliegue de nuevas fuentes de energía sin emisión como la eólica, solar y nuclear”.

El presidente de Carnegie Richard A. Meserve apunta que “los impactos del dióxido de carbono en nuestra atmósfera son el resultado de las emisiones acumulativas. Este estudio es una señal de que se necesita urgentemente una acción global para revertir la tendencia adversa o el reto de responder al cambio climático será más difícil”.


*Los investigadores del estudio son Michael Raupach de la Investigación Atmosférica y Marina de CSIRO en Canberra, Australia; Gregg Marland del Laboratorio Nacional Oak Ridge; Philippe Ciais, Comisario de la Energía Atómica en Gif sur Yvette, Francia; Corinne Le Quére, de la Universidad del Este de Investigación Antártica Anglo-Británica en la Escuela de Ciencias Ambientales de Norwich, Reino Unido; Josep Ganadell de la Investigación Atmosférica y Marina de CSIRO en Canberra, Australia; Gernot Klepper del Instituto Kiel para la Economía Mundial en Kiel, Alemania; Christopher Field del Departamento de Ecología Global de la Institución Carnegie en Stanford, California.

**Los datos provienen de fuentes públicas: la Administración de Información de la Energía y la Información sobre el Dióxido de Carbono y el Centro de Análisis USDOE; la División de Estadística de las Naciones Unidas; y la Perspectiva Económica Mundial del IMF.

Autor:
Chris Field
Fecha Original: 21 de mayo de 2007
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