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Carl Sagan

En este nuevo recuerdo de Carl Sagan, que murió hace diez años, un renombrado científico planetario y colega (y antiguo estudiante de Sagan) recuerda las inmensas contribuciones de Sagan a la investigación planetaria, la comprensión pública y el movimiento escéptico.

Carl Sagan era el científico más conocido en el pasado siglo XX, sirviéndonos como guía a los planetas durante la época dorada de la exploración del Sistema Solar. Fue un visionario y un comprometido defensor del pensamiento científico racional. Sagan murió el 20 de diciembre de 1996, cuando sólo tenía 62 años, y se le ha echado mucho de menos en la pasada década. Además de mi propio conocimiento y comprensión sobre sus contribuciones científicas y escépticas, he hecho un uso extensivo de dos excelentes biografías narrativas de William Poundstone (1999) y Keay Davidson (1999). Poundstone se centra más en la ciencia de Sagan, Davidson en su historia personal. Ninguno de los dos, sin embargo, enfatiza su papel como escéptico.

Sagan fue impulsado en su carrera pública y académica por su enorme talento, buena suerte, y en una intensa fijación en llegar al éxito. La búsqueda de su vida era comprender el Universo, especialmente nuestro sistema planetario, y comunicar la emoción del descubrimiento científico a otros. Profesor por naturaleza, amaba explicar cosas y nunca hizo sentir estúpido a nadie por preguntar. Aunque Sagan tenía unos intereses intelectuales amplios, el objetivo de su carrera dejaba poco tiempo para otras actividades: no jugó al golf ni seguía otros deportes, no cocinaba ni hacía fotografías, cantaba o tocaba algún instrumento, ni pertenecía a ninguna iglesia o sinagoga. Sus dos primeras esposas se quejaron de que dedicaba poco tiempo a sus matrimonios o sus hijos (Davidson 1999). Se centró en los objetivos de su carrera, y de esta forma el mundo se enriqueció.

A muchos científicos les gustaría ser capaces de comunicar al público sus descubrimientos. Sin embargo, pocos se convierten en expertos en explicar temas técnicos en términos que sean comprensibles rápidamente por el público de a pie. Incluso pocos están dispuestos a tomarse el tiempo de contestar pacientemente las preguntas de los periodistas, sentarse para la aplicación de maquillaje en apariciones televisivas, o devolver las llamadas de los reporteros puntualmente aún cuando interrumpa una comida o un experimento de laboratorio. Tal vez les gustaría ser grandes comunicadores, pero carecen de las habilidades y el compromiso. También reconocen que los premios académicos generalmente van a los mejores investigadores, mientras que sólo hay honores limitados a la excelencia en la enseñanza y menos aún para la comunicación pública. Sagan era diferente. Reconoció sus virtudes como profesor y comunicador y decidió hacer de ésto los aspectos principales de su carrera.

Nacido en 1934, Sagan creció en un barrio judío de clase obrera de Nueva York y asistió a escuelas públicas de Nueva York y Nueva Jersey. La Universidad de Chicago le proporcionó una beca de ayuda cuando entró en 1951, y continuó allí durante su trabajo de graduado, recibiendo su doctorado en Astronomía en 1960. Tras dos años como profesor posdoctoral de Biología en Berkeley y Stanford, se unió a la Facultad de Astronomía del Harvard College como Profesor Asistente. Al denegársele un puesto en Harvard, Sagan se marcho a la Universidad de Cornell en 1968, trabajando como Profesor de Astronomía David Duncan y Director del Laboratorio de Estudios Planetarios hasta su muerte en 1996.

Investigación

Aunque es más conocido entre el público como comunicador, Sagan se distinguió primero como investigador científico. Sus logros en investigación facilitaron el que sus compañeros académicos lo aceptasen como portavoz de la ciencia. Sagan amaba el proceso de investigación, especialmente cuando estaba combinado con la exploración de nuevos mundos. Como a menudo apuntaba, sólo una generación tuvo el privilegio de crecer cuando los planetas y sus lunas no eran más que tenues puntos de luz en el cielo nocturno, y verlos emerger como mundos únicos con sus propias historias geológicas y tal vez incluso biológicas. Sagan ayudó a definir dos nuevas disciplinas: la ciencia planetaria y la exobiología. Como principal consultor de la NASA, también ayudó a trazar la exploración del Sistema Solar con astronaves.

Con conocimientos tanto en Astronomía como en Biología, Sagan trajo una amplitud de miras única a los nuevos campos emergentes de la ciencia planetaria y la exobiología. En la época en que recibía su doctorado, su director de tesis Gerard Kuiper reconoció que “Algunas personas trabajan mejor especializándose en un programa principal de laboratorio; otras son mejores relacionando ciencias. El Dr. Sagan pertenece al último grupo” (en Davidson 1999).

Sagan fue una “persona de ideas” y un maestro de los argumentos físicos intuitivos y los cálculos “aproximados”. Normalmente dejaba a otros los detalles, y la mayoría de sus publicaciones fueron colaboraciones. Gran parte de este trabajo estuvo hecho con estudiantes, muchos de los cuales se convirtieron ellos mismos en líderes de las ciencias planetarias. En mucho de su último trabajo, incluyendo el famoso artículo TTAPS sobre el invierno nuclear (más sobre esto más adelante), su nombre aparecía el último en una lista de autores. A lo largo de los años 70 y en los 80, también editó la revista profesional más destacada de ciencias planetarias, Icarus.

Las primeras investigaciones importantes de Sagan trataron de la atmósfera de Venus. Los descubrimientos en radioastronomía hechos cuando estaba en el curso de posgrado sugerían que este planeta tenía una superficie muy caliente, en contraste con las primeras especulaciones sobre que el clima de Venus era más similar al de la Tierra. Parte de la tesis de Sagan consistía en el primer modelo invernadero para la atmósfera, en el cual la opacidad en el alto infrarrojo del dióxido de carbono y vapor de agua producían temperaturas de superficie de cientos de grados mayores de las que habría en el mismo planeta pero sin aire. Durante la década de los 60 mejoró estos modelos, trabajando principalmente con su antiguo estudiante James Pollack, para desarrollar y refinar lo que permanece hasta hoy como comprensión básica de la atmósfera de Venus.

Marte era otro planeta que interesó a Sagan, y con Pollack modeló la atmósfera y desarrollo la idea, más tarde verificada por la Mariner 9 y la nave Viking, de que los cambios cuasi-estacionales observados en la superficie eran el resultado del soplo del viento sobre el polvo. También escribió una serie de artículos sobre Júpiter, centrándose en la química orgánica atmosférica.

Desde su niñez, Sagan había estado inspirado por el misterio del origen y distribución de la vida. Esta pasión le llevó a estudiar Biología y desarrollar colaboraciones con biólogos de renombre como Stanley Miller, y los galardonados con el primero Nobel Joshua Lederberg y George Muller. En los inicios de su carrera, recibió más aliento por parte de estos biólogos que de los astrónomos, muchos de los cuales consideraban que los estudios planetarios caían en el borde de la ciencia respetable, y que la exobiología quedaba aún más allá. Muchas de sus primeras publicaciones fueron sobre exobiología, y en varias ocasiones especuló sobre la vida no sólo en Marte sino también en Venus, Júpiter, e incluso la Luna. A pesar de incrementar su papel como escéptico científico, se permitió a sí mismo darse el gusto en esta amplia especulación, hasta que sus ideas terminaron dentro del reino de lo posible. Sagan fue también uno de los fundadores del interés internacional en SETI, la búsqueda de inteligencia extraterrestre por microondas, aunque él mismo no llevó a cabo ninguna búsqueda.

NASA valoró las contribuciones de Sagan a la exploración espacial de los planetas durante su “Época Dorada” (aproximadamente 1960–1990). Fue miembro de equipos científicos seleccionados para las misiones Mariner 2, Mariner 9, Viking, Voyager, y Galileo, entre otras. Con su mente rápida y su amplia visión, siembre fue un contribuyente bienvenido en el plan de las sesiones y en la interpretación “a primera vista” que seguía a la primera recepción de los datos de las naves. Su antiguo estudiante Clark Chapman escribió en 1977: “Un hombre con una vívida imaginación, mantiene vivos una amplia variedad de conceptos de entornos planetarios. Sugiriendo a menudo extravagantes alternativas y retando a los tradicionalistas a que las refutaran, ha inspirado dudas sobre muchas teorías aceptadas. El papel de Sagan es esencial para una ciencia saludable ya que el efecto de “subirse al carro” lleva frecuentemente a un consenso prematuro entre los científicos antes de que se hayan considerado alternativas igualmente plausibles, y mucho menos rechazadas racionalmente”.

La propia excitación de Sagan con el proceso del descubrimiento científico queda reflejado en la siguiente cita (Sagan 1973): “Incluso hoy, hay momentos en los que lo que hago me parece un improbable y excepcionalmente agradable sueño: estar involucrado en la exploración de Venus, Marte, Júpiter, y Saturno; intentar duplicar los pasos que llevaron al origen de la vida en una Tierra muy distinta de la que hoy conocemos; aterrizar instrumentos en Marte para buscar vida; y tal vez estar ocupado en un serio esfuerzo para comunicarnos con otros seres inteligentes, si es que están allí, fuera en la oscuridad del cielo nocturno”.

Comunicador y escéptico

Al mismo tiempo que construía una bibliografía envidiable (que creció hasta 250 páginas al final de su vida) y un récord de estudiantes exitosos, Sagan también estableció una creciente reputación como comunicador de la ciencia. Su aspecto juvenil, voz resonante, y capacidad para explicar conceptos científicos de forma que las personas corrientes y estudiantes pudiesen entenderlos hicieron de él un profesor y conferenciante popular. Logró galardones por docencia en Harvard y Cornell, e incluso en las épocas más ocupadas de su vida intentó mantenerse en la docencia de estudiantes universitarios.

En 1966 logró por primera vez una modesta atención nacional con su libro (junto con el astrónomo ruso I. S. Shklovskii) Intelligent Life in the Universe (Vida inteligente en el Universo). Al siguiente año, Sagan escribió un artículo optimista sobre el potencial de la vida en otros planetas para National Geographic, y realizó algunas breves apariciones televisivas. Ya estaba claro para algunos que Sagan encontraría un papel más amplio que el de investigador académico, una preocupación que probablemente contribuyó a la denegación de su plaza por la Universidad de Harvard en 1967. Los estudiantes lo adoraban, pero a algunos colegas les molestaba lo que percibían como un autoengrandecimiento y satisfacción hacia el público. Al contrario que Harvard, la Universidad de Cornell estaba buscando profesores con potencial para el estrellato, y le proporcionaron a Sagan una cátedra y el sólido trampolín académico que necesitaba para su futuro ascenso hacia la fama y la fortuna.

Carl Sagan con Immanuel Velikovsky en el debate de la AAAS en 1974. Todas las fotos son propiedad de David Morrison.

A lo largo de su carrera, Sagan se dedicó a la búsqueda de mejorar la comprensión pública de la naturaleza de la ciencia. Quería que cada ciudadano tuviese un “detector de chorradas” como defensa ante los farsantes del comercio y la política así como en ciencia. Sentía que era tarea de los científicos encarar estos temas de forma clara y pública. En The Cosmic Connection (La conexión cósmica) (1973), incluye extensas discusiones sobre vida extraterrestre así como una astronomía y ciencias planetarias más convencionales, e incluso explora el fenómeno OVNI y los escritos del pseudocosmólogo Immanuel Velikovsky. Sin embargo, Sagan se opuso a las tácticas que menospreciaban las creencias pseudocientíficas o atacaban a la religión, rechazando (por ejemplo) firmar una declaración contra la astrología debido a su tono autoritario.

Su interés en los falsos conceptos sobre ciencia le llevaron a organizar dos simposios públicos sobre temas en el límite de la ciencia en reuniones de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS). Ambos podría decirse que trataban temas científicos reales, no casos de fraude o extremismo religioso.

El primero de los simposios de la AAAS en 1969, trató de la realidad de los OVNIs Como muchos científicos de su generación, en el instituto, Sagan había estado atraido por la idea de que los OVNIs podrían estar visitándonos. En la AAAS, J. Allen Hynek y James McDonald defendían los estudios OVNI mientras que Sagan, Donald Menzel, y Lester Grinspoon atacaron esta postura. Los proponentes de ambos lados del tema eran científicos, aunque tomaban aproximaciones muy distintas a la interpretación de los anecdóticos informes de los avistamientos OVNI. (El tema de las abducciones alienígenas o contactos directos con extraterrestres, que desde entonces se ha convertido en algo común, no era un tema en aquel momento; el simposio de la AAAS se centró en la interpretación de las luces en movimiento en el cuelo y las señales de radar anómalas.)

Los proponentes de los OVNI argumentaban que incluso aunque no hubiese avistamientos individuales sobre el cual hacer un caso convincente de nave extraterrestre, el gran volumen de informes justificaba el examen y estudio continuado. Por el contrario, Sagan enfatizó la falta de fiabilidad de los testigos, la ausencia de pruebas físicas de OVNIs, y explicaciones alternativas incluyendo alucinaciones y autoengaños. Apuntó que “no existen casos que sean simultáneos y fidedignos ( informado de forma independiente por un gran número de testigos) y muy exóticos (no explicables en términos de fenómenos postulados razonablemente)”, y aplicó un estándar escéptico que a menudo se asocia con su nombre: afirmaciones extraordinarias requieren niveles extraordinarios de pruebas o evidencias.

El simposio de 1974 de la AAAS, sobre el trabajo de Velikovsky, era más arriesgado, dado que el mismo Velikovsky fue invitado a hablar bajo el patrocinio de la AAAS, algo que se tomó como una vindicación. Aunque Sagan promocionó el simposio, en realidad fue organizado por el historiador Owen Gingerich y los astrónomos Ivan King y Donald Goldsmith. La tesis de Velikovsky sobre catástrofes globales causadas por numerosos encuentros planetarios en tiempos históricos era indefendible científicamente pero había atraído un gran seguimiento popular. Al contrario que en el simposio sobre OVNIs, no había científicos que defendiesen esas ideas, publicadas en su libro de 1950 Worlds in Collision (Mundos en colisión descartado por Sagan [1973] como un “romance especulativo”). El anciano de 77 años Velikovsky se enfrentó en persona a sus críticos.

Keay Davidson (1999) describe el simposio en parte como apología de Velikovsky por previos desaires de astrónomos, y en parte un esfuerzo por asegurar al público el pensamiento crítico básico de la ciencia. La confrontación del patriarcal Velikovsky y su joven y descarado crítico fue un conflicto de egos por ambas partes. Sagan afinó sus comentarios, publicados en forma extendido en Scientists Confront Velikovsky (Los científicos se enfrentan a Velikovsky Goldsmith 1977), principalmente para el público y periodismo científico. Según la mayoría de las cuentas él fue el ganador con gran diferencia. Mucho gente acredita este debate como el inicio del fin del culto a Velikovsky, el cual se reduce hot a un puñado de oscuros excéntricos.

Sin embargo, el papel de Sagan le valió ganarse la enemistad de los que apoyaban a Velikovsky. Si mayor pecado era su falta de respeto por el anciano, quien rechazó firmemente aceptar ninguna modificación a sus puntos de vista de por entonces una antigüedad de un cuarto de siglo. La crítica de Sagan a Worlds in Collision también fue castigada por los seguidores de Velikovsky por su fallo en dirigirse contra todas sus afirmaciones, y por algunos descuidados cálculos que nunca fueron corregidos en los comentarios publicados por Sagan. Este simposio ha sido analizado extensivamente (por ejemplo, Bauer 1984), y aún eleva preguntas sin respuesta sobre las formas más efectivas de rebatir a los pseudocientíficos. Escenarios similares se repiten hoy con los científicos que debaten contra el creacionismo y el diseño inteligente. A veces me pregunto si Sagan se habría aventurado en esta cueva del león, y de hacerlo cómo habría sido un debate entre él y, digamos, el creacionista Duane Gish.

Ambos simposios de la AAAS tuvieron una alta cobertura mediática y contribuyeron a un creciente reconocimiento público. Un nuevo empuje llegó en 1973 con la publicación de The Cosmic Connection (La conexión cósmica), descrito en Science (Hartmann 1974) como “treinta y nueve genuinas excelentes conversaciones de sobremesa con Sagan”. Este descripción era más precisa de lo que el crítico pudiese haber pensado. Este libro, como todos los de Sagan, fue dictado. Al crear sus libros y artículos populares de esta forma, Sagan desarrolló simultáneamente sus habilidades únicas como orador y escritor. En sus conferencias, los oyentes quedaban impresionados por sus frases cuidadosamente construidas, y por la forma en que sus charlas (pronunciadas sin notas) estaban tan bien organizadas. El dictado resultó ser la forma perfecta para Sagan de organizar sus pensamientos y desarrollar su estilo de prosa a la vez. Esto le permitió “escribir” mientras viajaba o paseaba por la playa, y nunca necesitó aprender a escribir a máquina. También le permitió derivar múltiples valores del mismo material, habitualmente enviando sus mensajes en distintas conferencias, escribiéndolo para el artículo de una revista (para tales como Parade), y usarlo como base para el capítulo de uno de sus libros.

The Cosmic Connection ayudó a abrir la puerta a un medio para el que Sagan parecía destinado: la televisión. En noviembre de 1973, fue invitado a aparecer en el popular programa de televisión Tonight Show con Johnny Carson (él mismo un escéptico). Guapo, elocuente, con actitud informal, aunque discutiendo con gran entusiasmo de ciencia real (y a menudo llevando las últimas imágenes de las misiones de NASA como Viking y Voyager), cautivó tanto a la audiencia como a su anfitrión. Durante los siguientes trece años, Sagan apareció en The Tonight Show veintiséis veces. No importa lo presionado que estuviese por sus otras obligaciones, siempre estaba dispuesto a tomarse un respiro y volar a Hollywood para Carson. Él lo consideraba como “la mayor aula de la historia”.

En enero de 1974, Time hizo de su portada un artículo sobre la vida en el Universo, en el cual llamaba a Sagan “el principal abogado y el tábano perenne de la exploración planetaria”. Unas semanas más tarde Sagan publicó un artículo en TV Guide, la revista de mayor tirada de los Estados Unidos. Sagan estaba de pronto en el candelero, recibiendo atención de los medios normalmente reservados a unos pocos y selectos ganadores del Premio Nobel. En agosto de 1976, Newsweek puso su cara sonriente en su portada, un extraño elogio para cualquier científico. La descripción de la imagen afirmaba: “A la edad de 42, Carl Sagan se ha convertido en el principal portavoz y vendedor de la nueva ciencia de la exobiología, la búsqueda de vida extraterrestre. Presionando políticamente en Washington, apareciendo en programas de televisión, e impartiendo clases en Cornell, está construyendo un fresco soporte para el programa espacial y completa sus propias fantasías de encontrar vida allí fuera”. Dos años más tarde, recibió el tributo final para un escritor científico, al ganar en 1978 el Premio Pulitzer en la categoría de Ensayos Generales por su libro sobre el cerebro humano, The Dragons of Eden (Los dragones del edén).

Sagan fue miembro fundador del Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones Paranormales (CSCIOP). CSICOP se originó en 1976 en parte para dirigir la atención de la reprensible explotación mediática de las supuestas maravillas paranormales. (Siempre fue de gran ayuda para CSICOP y SKEPTICAL INQUIRER, y participó como principal portavoz en dos conferencias de CSICOP, Pasadena en 1987 y Seattle en 1994, cada una de las cuales llevó a un artículo principal en SI: “The Burden of Skepticism” (La carga del escepticismo), Otoño de 1987, y “Wonder and Skepticism” (Asombro y escepticismo), enero/febrero de 1995. La propia contribución de Sagan se centra menos en las críticas a los medios y más en la creación de noticias, usando los medios con habilidad para informar y entretener con la ciencia. Prefirió un acercamiento positivo, hablando sobre lo que era correcto más que exponiendo los errores ajenos.

El hombre espectáculo de la ciencia

A finales de los 70, entre las misiones Viking a Marte y el anticipado encuentro de la Voyager con Júpiter, Sagan decidió probar la capacidad de la televisión para llevar la ciencia a una audiencia masiva. En asociación con el ingeniero y empresario Gentry Lee, un colega de las Viking, formó Carl Sagan Enterprises y comenzó el márketing de una nueva serie de televisión usando el ejemplo de Ascent of Man (El ascenso del hombre) de Jacob Bronowski. Desarrollaron un guión, recaudaron varios millones de dólares como apoyo, y contrataron al director de Bronowski, Adrian Malone. Al mismo tiempo Sagan se enamoró locamente de Ann Druyan, con quien trabajaría estrechamente el resto de su vida. Él y Annie se mudaron a Los Ángeles, y comenzó la producción en la Televisión Pública KCET en 1977 de una serie de 13 horas llamada Cosmos.

Sagan con su colega Toby Owen en el JPL en 1976, examinando las recientes imágenes orbitales de la Viking sobre Marte. Sagan y Owen jugaron papeles clave en la decisión de los lugares de aterrizaje de las naves Viking.

Su compromiso con Cosmos finalmente eclipsó el papel académico de Sagan. Sus clases fueron canceladas, y varios estudiantes graduados que habían llegado a Cornell para trabajar con él escogieron en su lugar a otro tutor. Sus colegas se quejaron y hubo un esfuerzo por dejar su laboratorio fuera del Edificio de Ciencia Espacial de Cornell. En Los Ángeles, el conflicto entre Sagan y Malone casi desbarata todo el esfuerzo de Cosmos. Cosmos salió al aire en septiembre de 1980. acompañado de un esfuerzo promocional que superó cualquier otro anterior en la televisión pública. La mayor parte de las críticas fueron entusiastas, y de pronto Sagan se convirtió en una celebridad. La serie ganó el Premio Peabody, y finalmente más de 400 millones de personas vieron Cosmos en docenas de países de todo el mundo. El libro que lo acompañaba, también llamado Cosmos, estuvo entre la lista de más vendidos del New York Times durante veintisiete semanas y lo hizo además famoso.

En octubre de 1980, Sagan apareció en la portada de Time, metiéndose en el “océano cósmico”. Time lo describe como el “Hombre espectáculo de la ciencia” y el “príncipe de los comunicadores”. Escribió: “Sagan envía un exuberante mensaje: la ciencia no es sólo vital para el buen funcionamiento futuro de la humanidad, sino que también puedes pasar un buen rato con ella. Observando con asombro – y sin duda con algo de envidia— a la nueva estrella llamada Sagan, alguno de sus colegas sintió que había dado un paso más allá de los límites de la ciencia. Se quejaban de que se dejaba llevar por el ego. También decían que tendía a exagerar su causa, a menudo no dando el crédito adecuado por su trabajo a otros científicos, y difuminando la línea entre los hechos y la especulación. Pero probablemente representaban una visión minoritaria. La mayoría de científicos, cada vez más sensibles de la necesidad del apoyo público y la comprensión de la ciencia, apreciaron en lo que Sagan se había convertido: El mejor vendedor de la ciencia de America”.

Sagan con Ann Druyan en 1980 durante el rodaje de Cosmos.

Sagan retornó a Cornell tras Cosmos, pero no podría volver al anonimato del campus. La gente lo paraba en la calle e interrumpía sus comidas en los restaurantes para decirle lo mucho que les gustaba Cosmos o para pedirle un autógrafo. Me confesó en esa época cómo los extraños se sentían cómodos al acercarse a él, dado que después de todo él había estado en sus salones (en la TV). También recibió extrañas llamadas y amenazas de muerte y provocar que la universidad eliminase su nombre de la puerta de su despacho y del directorio del Edificio de Ciencias Espacial.

Sagan en Cornell en 1974 con tres antiguos estudiantes (de derecha a izquierda): David Morrison, Joseph Veverka, y James Pollack.

La fama también trajo sus recompensas. Compró una casa espectacular imitando un templo egipcio, situada en el límite del barranco arbolado de Ithaca, contrató una plantilla de personal. Recibió un anticipo sin precedentes de Simon & Shuster de 2 millones de dólares para una novela de ciencia ficción que sería llamada Contact (Contacto), antes de que hubiese escrito una palabra. Contact se publicó en 1985, y más tarde se hizo una exitosa película protagonizada por Jodie Foster.

La popularidad de Sagan me hizo un servicio durante esa época. Conduciendo a lo largo de Texas Oeste, me pararon por exceso de velocidad. Cuando el oficial de policía empezó a escribir la multa, me preguntó a qué me dedicaba. Cuando mencioné que era estudiante de Carl Sagan, dejó la citación en el libro y se lanzó en una entusiasta loa de Carl y, por implicación, de sus amigos y estudiantes.

El periodista Joel Achenbach, en Captured by Aliens (Capturados por alienígenas 1999), apuntó que una vez que Sagan se había convertido en una superestrella con Cosmos, se convirtió en el bastón de luz público para la ciencia y la pseudociencia de la vida extraterrestre. Como el “guardián de las puertas” que había definido efectivamente el borde entre la ciencia y la pseudociencia, se le solicitó activamente ser juez de muchas figuras dudosas que buscaban en su bendición una legitimidad para sus intereses o creencias. Por ejemplo, Achenbach informó de esta entrevista con Richard Hoagland, el comunicador de la “Cara de Marte”. Hoagland explicó que en una reunión pública en 1985, Sagan comentó que esas misiones que la NASA planeaba para Marte deberían estar abiertas a descubrimientos inesperados. De acuerdo con Hoagland, cuando Sagan hizo estos comentarios, hizo un breve contacto directo con los ojos de Hoagland, que estaba entre la audiencia. En el extraño mundo de la pseudociencia, el inocente comentario de Sagan fue interpretado como un mensaje codificado alentando a Hoagland a proseguir en su apoyo de un origen artificial para la Cara — en lo que continua hasta hoy, a pesar de que las pruebas indican lo contrario. (Ver algunas ideas de Sagan sobre el tema de Hoagland/Caras de Marte en “Carl Sagan Takes Questions: More from his ‘Wonder and Skepticism’ CSICOP 1994 Keynote,” SKEPTICAL INQUIRER, July/August 2005.)

El papel de Sagan es especialmente interesante debido a que él mismo fue acusado de apartarse más allá de los límites de la verdadera ciencia en su persecución de pruebas para la vida en otros planetas y su defensa de SETI. Como Achenbach argumenta, que era precisamente debido a su actitud aparentemente de mente abierta hacia temas escabrosos el que muchos de los que vivían de estos temas se amargasen cuando Sagan se volvía contra ellos.

Haciendo un mundo mejor

La elevación de Sagan a la celebridad tuvo lugar al mismo tiempo que la escalada en el gasto armamentístico y la retórica de la Guerra Fría de Ronald Reagan. Comentó a sus colegas que intentó volver a la vida de profesor, pero que sentía que debía usar su nueva riqueza y poder para llevar a cabo objetivos de alcance más global. Como uno de los primeros opositores a la Iniciativa de Defensa Espacial (SDI) de Reagan o “Guerra de las Galaxias”, fue capaz de reunir voces objetoras desde la comunidad académica que cuestionaban tanto la base técnica del SDI como su potencial de efecto desestabilizador en el equilibrio nuclear.

En 1982, se presentó una oportunidad incluso más irresistible, gracias a la investigación que involucraba a dos de sus antiguos estudiantes, Jim Pollack y Brian Toon (ambos en el Centro de Investigación AMES de NASA). Con sus colegas Rich Turco y Tom Ackerman, estudiaron la influencia del polvo y los aerosoles atmosféricos en el clima global, trabajando para comprender los efectos de las tormentas de polvo en Marte y de las nubes de polvo que cubrieron la Tierra tras el impacto del asteroide que provocó la extinción de los dinosaurios. En 1982, se dieron cuenta de que el humo, especialmente el de la combustión petroquímica, tendría un efecto mucho mayor en el clima que el polvo de procedencia natural. De hecho, parecía que el humo procedente de la combustión en sólo unas pocas 100 ciudades, cuando se vertía a la estratosfera, podría llevar a un enfriamiento global severo (invierno nuclear).

Turco y Toon volaron a Ithaca a finales de 1982 para alistarse como ayudantes de Sagan, tanto por los aspectos técnicos de la investigación como por el significado de superar las objeciones de NASA basadas en las implicaciones políticas de este trabajo. Esta colaboración generó el artículo TTAPS (nombrado así por las primeras iniciales de sus autores, pero con un simbolismo obvio) N. Del T: tap significa dar golpes leves, llamar la atención sobre el invierno nuclear publicado en Science a finales de 1983. Los autores del TTAPS concluyeron que incluso un intercambio nuclear a una escala menor que la máxima, especialmente si fuese dirigida contra ciudades, podría causar un enfriamiento global y el colapso de la agricultura. La pérdida masiva de vida golpearía a los vencedores, a los vencidos y a las naciones no combatientes.

Sagan usó su prestigio para argumentar que estos nuevos hallazgos presentaban la guerra nuclear como algo obsoleto y socavar el concepto de represalia nuclear masiva. El debate era internacional, incluyendo a la URSS, donde estimuló un replanteamiento de las estrategias de lucha en la guerra nuclear. Pero las fuerzas pro-nucleares de los Estados Unidos contraatacaron vigorosamente, vilipendiando a Sagan personalmente en el proceso. El The National Review llamó al invierno nuclear “un fraude” y tituló el artículo de portada “El Sagan de la tierra plana cae tras el fin del mundo”.

Edward Teller, quien a la edad de setenta y tres años era probablemente el segundo científico más famoso de América, debatió con Sagan sobre el invierno nuclear antes de una convocatoria especial del Congreso. Sagan también lideró una delegación que se reunió con el Papa Juan Pablo II, quien posteriormente envió una nota papal contra la construcción de arsenales nucleares. Mucha gente acredita a esta teoría, y el apoyo de Sagan, como influyente en el movimiento hacia el desarme nuclear y el final de la guerra fría.

Sagan osciló entre los papeles de científico y abogado político. En este periodo, mientras atendía a una reunión del equipo científico de imágenes de la nave Galileo, Sagan se disculpó ante sus compañeros de equipo por su incapacidad para dedicar más tiempo a su misión, diciendo que estaba “poniendo la mayor parte de sus energías en salvar el mundo del holocausto nuclear”. La mayoría de los miembros del equipo estuvieron de acuerdo en que su esfuerzo debería, efectivamente, tener una mayor prioridad para Sagan que planear secuencias de imágenes para las lunas de Júpiter.

En paralelo a esta escalada en la carrera armamentística, la administración de Reagan recortó drásticamente el programa de exploración planetaria de NASA. En 1981 amenazaron con cerrar el altamente exitoso proyecto Voyager 2 antes de sus encuentros con Urano y Neptuno y convertir el Laboratorio de Propulsión a Chorro en un laboratorio contratista de defensa. Tras el accidente de la lanzadera espacial Challenger en 1986, el impulsó pareció abandonar a la NASA, justo cuando Sagan abogaba por un programa acelerado de exploración espacial en sus libros y conferencias. Al mismo tiempo la URSS, bajo la influencia de la reforma de Mikhail Gorbachev, pareció abrirse más a la colaboración internacional.

Sagan vio una oportunidad de conseguir dos objetivos de notable dimensión. Trabajando juntas en las misiones a Marte, los Estados Unidos y la URSS podrían ganar confianza y experiencia que finalmente desactivaría la guerra fría y permitiría la cooperación en otras áreas. Poniendo en común sus recursos, estas dos naciones podrían conseguir juntas lo que ninguna podría lograr sola — extender la presencia humana en el Sistema Solar — y a la vez asegurar la paz en la Tierra.

Sagan formó una relación de trabajo estrecha con Roald Sagdeev, el directo del Instituto de Investigación Espacial en Moscú, y juntos desarrollaron el programa de exploración planetaria soviético, con una información en directo sin precedentes de los sobrevuelos soviéticos del cometa Halley en 1986. En Rusia, se asoció con los cosmonautas rusos y funcionarios del gobierno así como con los científicos. Durante unos años, bajo su liderazgo, todo parecía posible. Entonces la URSS se desintegró, y muchos de sus científicos espaciales se encontraron sin empleo. Con los fallos de las tres últimas misiones planetarias de Rusia (todas destinadas a Marte), tanto la motivación como la capacidad de Rusia para cooperar en la exploración del Sistema Solar se evaporó.

Decepciones

En la época del encuentro final de la Voyager con Neptuno en 1989, parecía que la campaña de Sagan para promover la expansión humana a Marte estaba condenada. Su amigo ruso Sagdeev emigró a los Estados Unidos y se casó (de entre toda la gente) con la nieta de Dwight Eisenhower. Y tras una década de recortes de presupuestos, la NASA se vio incapaz de reunir los recursos para mantener incluso un modesto programa de exploración robótica del espacio. La grandes esperanzas de la era de la Viking y la Voyager se habían desvanecido. En una conferencia en el JPL en 1989, Sagan no pudo ocultar su frustración y decepción – la primera vez que lo vi incapaz de evocar una perspectiva optimista. Sin embargo, los peores golpes personales aún estaban por llegar.

En otoño de 1990, Sagan cometió su error científico más serio. Amenazado por su oposición a la invasión militar de Kuwait, Irak advirtió con quemar los pozos petrolíferos de la nación. Sagan se preocupó de que la cantidad de humo petroquímico generado por el incendio de estos campos petrolíferos pudiese generar un invierno nuclear a pequeña escala, poniendo en peligro los cultivos de toda Asia y amenazando la producción mundial de alimento. De los cuatros autores de TTAPS, sólo Turco apoyó esta hipótesis; Pollack, Toon, y Ackerman no veían que pudiese llegar tanto humo a la estratosfera. Sin embargo, Sagan hizo públicas unas graves predicciones. Aunque mantuvo sus predicciones como algo condicional, diciendo sólo que no podríamos demostrar que los masivos incendios de los campos petrolíferos no tendrían graves consecuencias climáticas (una “doble negación” lógica que usaba frecuentemente), sus advertencias apocalípticas tuvieron una amplia difusión. Los campos petrolíferos fueron incendiados en enero de 1991, oscureciendo el cielo de la mayor parte de Kuwait e interrumpiendo el ecosistema costero, pero sin efectos climáticos, incluso a escala local. Sagan fue ampliamente criticado, y el episodio tuvo el efecto posterior de minar la credibilidad del escenario del invierno nuclear.

El siguiente año Sagan fue nominado como miembro de la Academia Nacional de Ciencias. La membresía de la Academia requiere de una distinguida beca de investigación, pero esto raramente es suficiente para asegurar la membresía. También tienen un peso considerable el servicio público, así como factores políticos tales como dónde se nombró un trabajo y por quien es conocido. La mayoría de colegas estaban de acuerdo en que el registro investigador de Sagan era más que adecuado (Shermer 1999), y que su trabajo como editor de revistas, servicio al gobierno y contribución a la comprensión pública de la ciencia deberían haber asegurado su elección. Pero Sagan fue excluido en la primera ronda de votación, lo que requirió un debate completo y voto de los miembros de la Academia. En la votación final apenas consiguió el 50 por ciento de los votos, muy lejos de los dos tercios de mayoría requeridos para la elección de un miembro.

Dos años más tarde, la Academia Nacional otorgó a Sagan su prestigiosa Medalla al Mérito Público, tal vez en compensación parcial por su anterior rechazo. El daño ya estaba hecho, sin embargo: no solo un golpe personal, sino un ataque a su credibilidad como portavoz de la ciencia. Por todos sus logros – o tal vez debido a algunos de ellos – los influyentes miembros de la red académica de los “antiguos” nunca lo aceptaron.

Los problemas se multiplicaron. En 1993 el programa SETI de la NASA, que había defendido en ocasiones críticas en el pasado, fue cancelado bruscamente por el Congreso. Su libro sobre el invierno nuclear, escrito con Turco, vendió sólo unas miles de copias; nadie se preocupó mucho más por los temas de la guerra nuclear. Tal vez lo peor de todo, un libro en el que él y Annie habían puesto lo mejor de sí mismos, Shadows of Forgotten Ancestros (Las sombras de los ancestros olvidados), no recibió una bienvenida tan entusiasta como esperaban. Aunque algunos críticos lo consideraban como uno de los mejores trabajos de Sagan, no fue un líder de ventas. Al dejar de ser una estrella mediática, Sagan se fue deslizando fuera de la conciencia pública.

Sagan con el autor en una reunión de ciencias planetarias en 1983.

Una vela en la oscuridad

Las contribuciones más importantes en sus años finales fueron en la lucha contra la pseudociencia. A lo largo de la última década del milenio, creció este azote de irracionalidad pública, como la astrología, abducciones alienígenas, medicina alternativa, y un sinnúmero de cultos y modas New Age y “milenarios” que crecieron en popularidad. Sagan las reprimió, y tras la muerte de su amigo Isaac Asimov, fue la voz que se escuchaba más a menudo en defensa de la razón científica en los Estados Unidos.

Su plataforma más influyente era la proporcionada por la revista semanal Parade que venía como suplemento de un periódico, una de las publicaciones más ampliamente leídas de América. Su columna apareció allí regularmente durante más de una década, proporcionando una oportunidad única para la difusión y la educación. Discutió los últimos descubrimiento científicos, desacreditó a los “vendedores de humo”, y también profundizó en temas sensibles del público general tales como el aborto y los derechos de los animales. Sus artículos en Parade proporcionaron la base para muchos capítulos en sus tres libros finales, Pale Blue Dot (Un pálido punto azul), The Demon-Haunted World (Un mundo lleno de demonios), y Billions and Billions (Miles y miles de millones).

El The Demon-Haunted World, subtitulado Science as a Candle in the Dark (La ciencia como una vela en la oscuridad), fue una defensa apasionada de la ciencia contra la pseudociencia y la irracionalidad, como queda ilustrado en las siguientes citas. “Es mucho mejor comprender el Universo como es en verdad que persistir en un engaño, a pesar de lo satisfactorio y tranquilizador [que pueda ser]. . . . La superstición y la pseudociencia se mantienen en el camino [de comprender la naturaleza], proporcionando respuestas fáciles, esquivando el escrutinio escéptico, presionando con indiferencias nuestros botones del sobrecogimiento y rebajando la experiencia, haciéndonos profesionales rutinarios y cómodos así como víctimas de la credulidad. . . . [La pseudociencia] fluye con la credulidad. . . . Los arrendatarios del escepticismo no requieren de grados avanzados de maestría, como demuestran la mayor parte de los exitosos compradores de coches usados. La idea general de la aplicación democrática del escepticismo es que todo el mundo debería tener las herramientas esenciales para evaluar constructiva y efectivamente las afirmaciones de conocimiento. . . . Pero las herramientas del escepticismo generalmente no están disponibles a los ciudadanos de nuestra sociedad. . . .Aquellos que tienen algo que vender, aquellos que desean influir en la opinión pública, aquellos con poder, según sugeriría un escéptico, tienen un interés personal en desalentar el escepticismo” (Sagan 1995).

Aunque abogó con vigor por los conceptos del escepticismo científico, Sagan también elevó cuestiones sobre la estrategia. Escribió que “La principal dificultad que veo en el movimiento escéptico está en su polarización: Nosotros contra Ellos — en el sentido de que nosotros [los escépticos] tenemos un monopolio de la verdad; mientras que aquellos otros que creen en todas esas estúpidas doctrinas son imbéciles”. Tuvo problemas especialmente con sus actitudes antirreligiosas. Aunque él mismo no era creyente, Sagan tuvo interacciones constructivas con líderes religiosos, incluyendo al Papa y al Dalai Lama. Escribió: “No hay necesariamente un conflicto entre la ciencia y la religión. En un nivel, comparten objetivos similares y en consonancia, y cada una necesita de la otra”.

Aunque más exigente y por tanto menos popular que otros libros sobre astronomía y exploración planetaria, The Demon-Haunted World podría decirse que es su publicación más madura y valiosa. Expresando sus preocupaciones sobre la irracionalidad que impregna la sociedad moderna, escribió: “Sé que las consecuencias del analfabetismo científico son mucho más peligrosas en nuestro tiempo que en cualquier época anterior. Es peligroso y temerario para el ciudadano medio permanecer ignorante ante el calentamiento global, por ejemplo, o sobre el agotamiento del ozono, la contaminación del aire, residuos tóxicos y radiactivos, erosión del terreno, deforestación tropical, crecimiento exponencial de la población. . . . ¿Cómo puede afectar a la política nacional — o incluso a tomar decisiones inteligentes en nuestras vidas — si no comprendemos los temas subyacentes? . . . Sencillamente no hay vuelta atrás. Nos guste o no, estamos unidos a la ciencia. Debemos sacar lo mejor de ella. Cuando por fin nos pongamos de acuerdo y reconozcamos su belleza y potencia, encontraremos, en temas espirituales así como en los prácticos, que hemos hecho un gran trato a nuestro favor”.

El ejemplo de Sagan ha contribuido a incrementar el esfuerzo de los científicos en llegar a los medios de comunicación y al público. Por primera vez en los años 80, organizaciones profesionales como la Sociedad Astronómica Americana y la Unión Geofísica Americana designaron delegados de prensa a jornada completa y comenzaron a patrocinar conferencias de prensa en sus reuniones anuales. Las misiones de la NASA también se comprometieron a identificar y animar a los científicos de los proyectos a hablar con la prensa, tanto de manera informal como portavoces de la NASA. A finales de los 90 esto se extendió a la bienvenida de equipos comerciales de cámaras de televisión de alta definición (HDTV) en las reuniones de alto nivel de la NASA y en encuentros de naves espaciales. Rompiendo con la tradición, la agencia espacial estaba ahora ansiosa por mostrar el lado humano de la exploración espacial científica. En los años 60, estaba casi sólo en su trabajo con la prensa, pero tal actividad se convirtió en algo relativamente común entre los científicos espaciales dos décadas más tarde. Ninguno, sin embargo, se ha aproximado al nivel de Sagan en carisma y reconocimiento público.

El Presidente de Cornell Frank Rhodes, hablando en la celebración del 60 cumpleaños de Sagan, resumió su impacto: “Quiero rendir homenaje a Carl Sagan . . . como la personificación de todo lo mejor de la vida académica . . . en la erudición, en la enseñanza y el servicio. . . . Carl es un ejemplo inspirador de un ciudadano global comprometido . . . . [Es] un maestro de la síntesis, y ha usado esta habilidad para comprometernos como sociedad en uno de las mayores cuestiones de nuestro tiempo. . . . Con la consciencia de un humanista y la consumada habilidad del científico, señala las necesidades de la sociedad en la que vivimos y nos enriquecemos con ello” (Terzian and Bilson 1997).

Referencias

Achenbach, Joel. 1999. Captured by Aliens: The Search for Life and Truth in a Very Large Universe. New York: Simon and Shuster.

Bauer, Henry. 1984. Beyond Velikovsky: The History of a Public Controversy. Urbana, Illinois: University of Illinois Press.

Chapman, Clark. 1977. The Inner Planets. New York: Scribner.

Davidson, Keay. 1999. Carl Sagan: A Life. New York: Wiley.

Hartmann, William. 1974. Review of The Cosmic Connection. Science 184: 663–664.

Morrison, David. 1999. Sagan and skepticism: Review of two Sagan biographies. Skeptic 17, (4): 29–31.

Poundstone, William. 1999. Carl Sagan: A Life in the Cosmos. New York: Henry Holt.

Sagan, Carl. 1973. The Cosmic Connection: An Extraterrestrial Perspective. New York: Doubleday. (Reissued 2000 as Carl Sagan’s Cosmic Connection: An Extraterrestrial Perspective. Cambridge: Cambridge University Press.)

———. 1987. The burden of skepticism. SKEPTICAL INQUIRER 12(1): 38–46.

———. 1995. Wonder and skepticism. SKEPTICAL INQUIRER 19(1): 24–30.

———. 1995. The Demon-Haunted World: Science as a Candle in the Dark. New York: Random House.

Shermer, Michael. 1999. The measure of a life: Carl Sagan and the science of biography. Skeptic 17(4): 32–39.

Terzian, Yervant, and Elizabeth Bilson, eds. 1997. Carl Sagan’s Universe, Cambridge: Cambridge University Press.



Autor: David Morrison
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